viernes, 17 de abril de 2009

Una ruta maldita

Haciendo caso a la predicciones meteorológicas del Sr. Maldonado para la Semana de Pasión, en la que excepto el Jueves, daban huevos fritos con jamón (esto es mío), y una vez convencido a Mariano para maltratar a su delicada rodilla, nos dirigimos los dos cojos hacia Calcena a intentar acabar una ruta maldita de la que Adán nos ha hablado maravillas y en la que unas veces por la lluvia y otras, por averías mecánicas, nos ha impedido completarla.

La vuelta comienza en Calcena por el GR 90, dirección Trasobares, e inicialmente acompañados por el Río Isuela



GPS en mano y después de “ponerle una vela a Santa Biela de Hollowtech y rezarle un rosario a Santa Cruz de la Blur”, (Eras dixit) nos ponemos en orden de marcha disfrutando de la excelente mañana que el día nos ha regalado hasta que las primeras rampas, demasiado exigentes, nos obligan a desmontar poniendo como excusa nuestras maltrechas rodillas, siendo en realidad nuestro lamentable estado de forma (Naranjito dixit).


Sobrepasamos sin incidentes el Km. 3,80 - Lugar hasta el que llegamos en nuestro último intento, debido a la rotura del cambio de Adán– y comenzamos a disfrutar de unos paisajes, que de no ser por que divisamos la comarcal A-2302, te transportan a un lugar totalmente salvaje.


La senda va increscendo en cuanto a disfrute y decrescendo en desnivel, que con la “emocionanda” (Funesto Pert dixit), nos saltamos un cruce y bajamos hasta el río donde después de unos minutos de zozobra y una llamada de urgencia a Adán, retomamos el buen camino con una pequeña remontada con la bici a cuestas.


A partir de aquí y hasta Trasobares, la senda es de órdago, recordándonos mucho a la zona de Guara.


Llegamos a Trasobares dejando atrás 10 km de GR memorables y continuamos en progresivo ascenso por pista pestosilla, china-chana durante unos 12 o 13 km.
Casi llegando a nuestro objetivo antes de la última bajada, La Ermita de San Cristobal, divisamos una colmena de abejas que en principio no tiene nada de particular excepto que el apicultor se encuentra manipulándolas. Por lo que enseguida me viene a la memoria una situación similar que vivió un primo mío hace dos años, donde acabaron él y su compañero en el hospital, así que después de algún titubeo, decidimos continuar a ver que pasa. El resultado fué de - abejas 9 vs Bikers 0-, vamos que en cuanto nos acercamos un poco, vinieron cual tomahaws contra nosotros obligándonos a desandar el camino, presos del pánico y replantearnos la situación después de comprobar que ninguno de los dos éramos alégicos.
Volvía la maldición de Calcena, ya que o pasábamos por la colmena, o de nuevo abortábamos la ruta.

Como desde donde estábamos todavía divisábamos al astronauta abejero, comenzamos a hacerle señales a ver si se percataba de nuestra humillante situación, teniendo la gran suerte de que nos vio y nos rescató con la “fragoneta”, no sin antes haber sacado de la misma, unas 20 o 30 adorables abejitas.

Llegamos a la Ermita donde una espléndida vista se abre ante nosotros: la cara sur de la sierra del Moncayo, Peñas de Herrera, la Tonda, Peñas Albas... y Calcena abajo. Aquí nos encontramos con unos andarines que habíamos visto a principios de la mañana y después de reponernos del ataque de los clones y de la amenaza fantasma, iniciamos el descenso a Calcena
por senda pedregosa y muy suelta, donde Mariano, que tan apenas lleva freno delantero, se compra una parcelita y acaba su particular vía crucis de zarzas, espinos, abejas y pedrolos. Se me olvidó hacerle una foto a sus piernas, pero eran dignas de la más cruel tortura.

Una vez en Calcena solo nos quedaba relamernos las heridas y celebrar el exitoso exorcismo de la ruta.
Josean.

2 comentarios:

  1. Ese Josean, bien documentado y con la ruta completada. Viva la tendinosis rotuliana!

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  2. Muy buena esa crónica... Voy a proponer esa ruta a los colegitas a ver que tal para el 23....

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